A pocos kilómetros de la costa sur de Mallorca se encuentra uno de los secretos mejor guardados del Mediterráneo: Cabrera. Una isla de historia profunda, naturaleza intacta y mar infinito, declarada Parque Nacional Marítimo-Terrestre en 1991. A pesar de su cercanía, muy pocos viajeros conocen verdaderamente su riqueza.
Visitar Cabrera es como retroceder siglos en el tiempo. Aquí no hay hoteles, ni coches, ni carreteras. Sólo caminos de tierra, silencio, viento, aves marinas y aguas tan transparentes que parecen irreales. Para quienes aman lo auténtico, lo salvaje y lo sostenible, Cabrera no es solo una excursión, es una experiencia transformadora.
Un poco de historia…
Aunque hoy la veamos como un santuario natural, Cabrera ha tenido un pasado muy agitado. Durante siglos fue refugio de piratas, base militar y prisión de guerra. Su pequeño castillo del siglo XIV, aún en pie y visitable, se construyó para defender la isla de incursiones otomanas y berberiscas.
Uno de los episodios más oscuros ocurrió durante las guerras napoleónicas, cuando más de 9.000 prisioneros franceses fueron abandonados a su suerte en la isla entre 1809 y 1814. Muchos murieron de hambre o enfermedades. Hoy, todavía se pueden ver algunos restos de sus precarios asentamientos.
Más adelante, la isla pasó a manos privadas y luego a uso militar, hasta que en los años 80 el movimiento ecologista local presionó con fuerza para su protección. Finalmente, en 1991 se declaró Parque Nacional, lo que permitió conservarla como uno de los ecosistemas más puros del Mediterráneo occidental.
¿Por qué Cabrera es una joya ecológica?
Cabrera es un tesoro de biodiversidad. Aquí habitan:
- Más de 450 especies de plantas, muchas endémicas.
- Más de 900 especies marinas, incluyendo meros gigantes, corales y tortugas.
- Aves en peligro como el halcón de Eleonor, cormoranes y pardelas.
- Y el famoso lagarto balear de Cabrera, una subespecie única que no se encuentra en ningún otro lugar del mundo.
Además, sus fondos marinos son una delicia para el buceo y snorkel: praderas de posidonia (clave para oxigenar el mar), paredes rocosas, bancos de peces de colores y aguas que parecen de otro planeta.